Entrevista con Marcelo Chucarro, experto en comunicaciónes interbancarias

En tiempos de Marco Polo, a principios del siglo XIV, circulaba un comentario entre comerciantes italianos: “Venecia se fundirá seis meses después de que alguien bloquee el estrecho de Malaca (la actual Singapur)”. Finalmente la República de Venecia se desmoronó con Napoleón, casi cuatrocientos años después. Pero tras esta frase germinaba un fenómeno incipiente, que hoy llamamos globalización, y que implica asumir que todo el mundo está conectado.

Una de las grandes diferencias entre aquel mundo de Marco Polo y el nuestro es que no hace falta esperar seis meses para ver los cambios. Segundo a segundo, plataformas tecnológicas y financieras aceleran procesos y convierten el dinero en bits de información que viajan por el mundo. Cualquier operación cotidiana, como enviar dinero de un banco a otro, requiere de una coordinación institucional en la que participan varios actores.

De estos temas conversamos con Marcelo Chucarro, Ingeniero en Sistemas, MBA, docente en la Universidad de Montevideo y gerente de URUTEC, la empresa especializada en comunicación interbancaria de la Bolsa Electrónica de Valores del Uruguay.

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1. ¿En qué consiste la coordinación entre bancos en tecnología y en la percepción del cliente?

La enorme mayoría de las cosas que ocurren cuando interactúan dos bancos no se ven. Se disparan procesos ya sea para retirar dinero de un cajero como para hacer una compra y hay un conjunto de empresas que trabajan para que esa transacción se apruebe antes de llegar al comercio. En Uruguay, URUTEC presta servicios que reúnen esas plataformas, tanto en transferencias interbancarias como en clearing de cheques. En cualquier caso, somos un canal de comunicaciones entre un Banco A y un Banco B, y esa es una coordinación que los clientes probablemente nunca conocerán. El desafío allí es interactuar con sistemas de software de al menos tres instituciones, porque también hay que sumar al Banco Central.

 

2. ¿Qué conceptos y referencias en el mundo podrías indicar como buenas prácticas?

En Europa hay mucha conciencia desde hace al menos dos años en open banking. Allí existe una regulación llamada PSD2 (Payment Service Directive) que coloca lo digital en el centro. Además, hay una cuestión filosófica porque la normativa reconoce que el dueño de la información es la persona titular de la cuenta y que esa persona puede disponer que los accesos sean para otras empresas o bancos. Muchas instituciones europeas diseñan plataformas como agregadores de información. Esto implica que, por ejemplo, en una sola aplicación es posible ver tus cuentas de varios bancos. Son normas que están llegando a América Latina poco a poco, así como también en algunos países de la región van surgiendo soluciones para liquidar transacciones personales en pocos segundos.  

Son todas soluciones que deben tener un cierto nivel de control y seguridad, porque no hablamos solo de tecnología. La tecnología nos ha transformado la vida a todos y yo creo que la financiera es una de las industrias que más lo siente, porque uno de sus principales activos es la información.

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3. ¿Cómo está respondiendo el sistema financiero frente a esta situación?

Es un escenario difícil porque la tecnología se retroalimenta con las expectativas de las personas. Estamos acostumbrados a que internet nos dé todo ya, y eso se aplica también a los servicios financieros, lo que genera una presión importante sobre los bancos y genera espacios para nuevos actores que se mueven al ritmo de estas tecnologías. Podemos pensar en fintech locales, pero no hay que olvidar que grandes jugadores a nivel mundial se vuelcan al ámbito financiero, como Google, Facebook, Apple o Amazon. Los bancos centrales del mundo se ven obligados a entrar y regular, pero hablamos de un ecosistema complejo. 

Es un futuro desafiante para los bancos porque al ser multiproducto y multisegmento, tienen una estructura más pesada. Un banco no se dedica solo al pago: comercia con el exterior, da préstamos, gestiona créditos. Mientras las fintech se especializan en productos muy específicos. Muchos bancos del mundo se están asociando con fintech porque entienden que es necesario complementarse y cruzar competencias.

 

“La gestión de riesgos y la supervisión son muy importantes porque la tecnología se ha vuelto muy compleja por el ritmo de los cambios” 

 

4. ¿Cómo impacta el pago electrónico en la propia noción del dinero?

Mirá lo que está ocurriendo en muchos países: si tengo registrada una tarjeta VISA en ApplePay y empiezo a pagar con el celular, ¿estoy pagando con la tarjeta o con el celular? La desmaterialización del pago lleva a que se pierda esa distinción.

En el futuro van a aparecer modalidades en las que ni cuenta nos daremos cuando estamos haciendo un pago, porque lo que uno quiere es comprar el producto y desentenderse. Es el modelo de Uber: subís al auto, te bajás y el pago se generó automáticamente. O la experiencia de Amazon Go: un supermercado que no tiene cajas. Un ejemplo similar en Uruguay es con los peajes: el auto pasa y se carga a una cuenta. Las personas valoran esa instantaneidad y, en temas bancarios, el proceso de marcar una cuenta para hacer una transferencia irá quedando atrás, porque las transacciones serán más parecidas a los hábitos que las personas ya de por sí tenemos.

 

5. La idea de no darnos cuenta al pagar, al menos hoy, ¿no puede sonar riesgosa para mantener una disciplina de gasto?

La educación financiera es fundamental: no olvidemos que el hecho de que los movimientos se hagan de forma automática no implica que el usuario pierda el control. Uno siempre autoriza o desautoriza las transacciones y si se me descuenta algo es porque antes ingresé la tarjeta. Además, los estados de cuenta se registran en línea, y eso ayuda a entender mejor en qué gasta uno. 

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6. ¿Qué otros desafíos existen desde el punto de vista tecnológico?

La gestión de riesgos y la supervisión son muy importantes porque la tecnología se ha vuelto muy compleja por el ritmo de los cambios, lo que impacta en las infraestructuras. Cada vez más se requiere software con más componentes y no todas las empresas comerciales y financieras pueden seguir ese ritmo. Por eso, soluciones de cloud y centros de procesamiento centralizados a nivel mundial tienen cada vez más sentido, porque se hace muy difícil para muchas empresas sostener sus propios data centers. Es necesario resolverlo con escala y especialización porque en un plazo de cinco a diez años estará extendido en todo el mundo. 

También es clave la seguridad informática, un área que nos parece prioritario encarar con testing de software. Estamos hablando de un mundo de interconexión y muchas empresas están de acuerdo en la necesidad de integrarse, pero temen exponerse. No podemos compararnos con el nivel de desarrollo en regulación informática de Europa, en donde hay políticas de tratamiento de datos como la GPDR o mecanismos con doble factor de autenticación. Pero ese nivel de desarrollo también puede llevar a que los riesgos sean mayores porque el grado de exposición de las instituciones financieras es alto.


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